domingo, 8 de diciembre de 2024

UNA REALIDAD COMPLEJA

 

UNA REALIDAD COMPLEJA IGNORADA POR LOS ENEMIGOS DEL ACTUAL GOBIERNO NACIONAL

Sin duda estamos entrando en un callejón sin salida: por un lado, los subversivos alzados en armas pretenden acorralar al gobierno para obligarlo a negociar en unas condiciones que los favorezcan. Saben claramente que esta es una guerra perdida, no militarmente, sino políticamente. Cada día que pasa, más gente los rechaza y los aísla, porque intuye que la tozudez de los guerrilleros genera más muertes y crea un ambiente enrarecido, sin futuro.

La supervivencia de estos grupos alzados en armas, depende de tácticas delincuenciales que ellos pretenden hacer pasar por acciones revolucionarias. Pero no es revolucionario secuestrar niños y niñas para someterlos a la humillación, al maltrato y para frustrar su niñez y su pubertad. No es revolucionario “vacunar” a los campesinos, a los tenderos y camioneros de las veredas en las zonas rurales y en las carreteras, so protesto de que deben sostener una guerra contra los enemigos del pueblo. La guerra no puede ser el capricho de unos cuantos, la guerra es la última estrategia que los pueblos deben utilizar, cuando no existe otra posibilidad para hacer valer sus derechos; pero en mi opinión ese no es caso en Colombia.

Las pasadas elecciones son la comprobación de esa elemental situación. La derecha ganó la mayoría de las alcaldías en el país, hizo mayoría en los concejos y las asambleas, dominó el Congreso nacional y tiene en jaque el gobierno del presidente Petro. Claro está que esto no es acertado, ni correcto, pues de lo que se trata no es de impedir la gobernabilidad, sino de facilitarla, de hacer posible la creación de un nuevo ambiente social y político en el país. En otros términos, se trata de buscar caminos que den la oportunidad de participación constructiva a todas las fuerzas política que obtuvieron representación. La estrategia no puede ser ni por parte del gobierno, ni por parte de la oposición, impedir el correcto tratamiento de las contradicciones que surgen en el desenvolvimiento de los acontecimientos nacionales.

Los derrumbes, las inundaciones, el hambre, la enfermedad, la desolación de millones de nuestros compatriotas, y el crecimiento de la delincuencia, no tienen color político. No se puede seguir pensando absurdamente que la pobreza y la enfermedad desatendidas, son el resultado, de la pereza, o de la indiferencia de quienes las padecen. Incluso la pasividad de sectores grandes de la ciudadanía colombiana no es el resultado de su propia indiferencia y estupidez, como suelen pensar algunos, o de su individualismo como piensan otros. Es al revés, esa pasividad es el resultado de los engaños, de las mentiras, de la ineficiencia de los gobernantes en los distintos niveles de la administración pública y de los sistemas de financiación que además de amarrar a los candidatos a los caprichos y deseos de sus financiadores, generan olas de corrupción casi incontenibles.

La política dejó de ser una vocación y una oportunidad de servicio a las comunidades, para convertirse, salvo el excepcional caso de algunas escasas personalidades, en el medio más eficaz para acumular riqueza mal habida. Y es que decir esto, no es afirmar que todos los políticos o que la mayoría de ellos son corruptos, no solamente porque además de la corrupción, hay ineptitud en muchos de ellos, sino porque la recortada visión de la mayoría de estos “políticos”, nos les permite ver el sufrimiento de grandes conglomerados de ciudadanos colombianos y, a causa de esta miopía, causar malestar, frustración, desconfianza y desilusión en los sectores populares de la sociedad colombiana.

Entonces, esa izquierda militarista y también la electorera, deberían dedicar sus esfuerzos antes de hacerse matar o elegir, a crear la fuerza consciente de hombres y mujeres que deseen con todas sus fuerzas cambiar este orden de cosas y construir una nueva sociedad basada en una ética del respeto en todo sentido, de la laboriosidad, de la dignificación de la vida y de las personalidades, de las oportunidades de trabajo y desarrollo. Una nueva ética que no otorgue privilegios al capital, que lo obligue no solamente a autorreproducirse y a no crecer desmedidamente, a no ser vehículo de humillación y sumisión para las mayorías, sino de liberación, crecimiento intelectual, ético y moral, dentro de un espíritu de libertad y participación crítica. Aprender a ser críticos es otro de las grandes tareas que tenemos. La crítica no es solamente negar o decir que no estamos de acuerdo. La crítica, como enseñaron algunas escuelas de pensamiento, de la Grecia antigua, exige autoconocimiento, autocritica, por lo mismo. Recordar el proverbio cristiano, muestra de humildad, sencillez y modestia que dice así: “no mires la paja en el ojo ajeno, sin ver la biga que ciega el tuyo”. Esa es una buena pauta de comportamiento. No somos dioses, nadie lo es; somos humildes humanos que debemos aprender a vivir en comunidad.

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