miércoles, 21 de agosto de 2024

¿QUÉ QUEREMOS DECIR, CUANDO DECIMOS TODO ESTÁ MAL?

 

¿QUÉ QUEREMOS DECIR CUANDO DECIMOS TODO ESTÁ MAL?

Alberto Conde vera

Los medios de comunicación, en mi opinión, carentes de un verdadero sentido crítico, se han encargado de crear un clima de zozobra. Todo está mal -dicen-, pero ¿a qué llaman todo? ¿Se incluyen ellos en ese todo?  Sin duda hay que reconocer que las cosas no van bien; y no van bien, porque para que vayan bien se necesita de un proyecto de desarrollo, incluido el desarrollo humano, la humanización de la vida, ajustado a nuestra realidad expuesto con la suficiente claridad para que fácilmente sea apropiado por todos los ciudadanos colombianos y los extranjeros residentes en él. No van bien las cosas, además, porque nuestros problemas no tienen solamente una base económica; tienen también un alto contenido cultural e idiosincrático. ¿Cuáles son nuestros verdaderos valores? ¿Qué motiva fundamentalmente nuestras acciones en el campo de lo social? ¿Qué hacemos, por ejemplo, para construir una sociedad más justa?

 No van bien porque seguimos pensado que nuestra relación con la naturaleza debe ser una relación de dominación y explotación y, por tanto, que tenemos el derecho de enfrentarnos con ella para someterla, para explotarla, sin tener en cuenta sus posibles reacciones y sin considerar que parte fundamental del todo es precisamente esa naturaleza, de la cual somos parte, así la tratemos como un objeto externo y ajeno a nosotros; como un objeto inerte e insensible, pero sobre todo, como si esos recursos naturales fuesen inagotables y meramente un medio, para conseguir divisas que, así mismo, nos faciliten las importaciones de otros productos. ¿Podemos concebir una estrategia diferente a esta para impulsar nuestro desarrollo humano e industrial? Creo que este es uno de los propósitos del presidente Petro; pero impulsado con estrategias equivocadas.

Vamos mal, porque tampoco damos importancia a la historia, a nuestro origen, al ordenamiento social centrista heredado por la monarquía española, que nos ha llevado a desconocer saberes poderosos, útiles, escondidos en las culturas ancestrales nuestras, que también forman parte de nuestro todo. Vamos mal porque del mismo modo desconocemos e irrespetamos nuestra biodiversidad y por lo mismo las diferencias sustanciales en los modos de evolución de los pueblos que nos constituyen como nación. Vamos mal porque ser, en Colombia, solamente tiene un significado para merecer respeto y audiencia: parecerse a quienes dominan. Por eso cuando alguien responde groseramente frente a una situación complicada suele decírsele indio. Por eso y por la ignorancia respecto de las culturas aborígenes.

Vamos mal porque el control absoluto de la economía por la clase de los más ricos, cuyo origen hay que buscar en la época de las numerosas guerras acaecidas a lo largo y ancho de nuestra historia como nación, ni siquiera tuvo la fuerza para imponer criterios diferentes de desarrollo y siempre se efectuó y se efectúa bajo la dirección y el control del capital internacional. Y que no se entienda que estoy diciendo que toda relación con los mercados del mundo es inconveniente. Para esclarecer este comentario diría que estas relaciones comerciales internacionales deberían realizarse   bajo el criterio del principio del “gano-ganas”, según el modo de ver las negociaciones del asesor empresarial norteamericano Stephen R. Covey; claro, esto si se toma en cuenta el hecho de que toda relación comercial, por ser una relación de poder, afecta directamente la estabilidad de cualquier país del tercer mundo, dado el hecho de la globalización de las economías.

Ahora bien, si me preguntaran si el gobierno de Gustavo Petro lo está haciendo bien, diría que no, porque si queremos cambiar debemos actuar de manera diferente a quienes se benefician con la actual situación Pienso que es muy arrogante y que no ha logrado el balance necesario para ir en la dirección gano-ganas, en la relación con los grandes inversionistas nacionales e internacionales así sea cierto que ellos actúan movidos por el miedo de perder el control sobre la economía nacional.

Los cambios sociales no se pueden decretar; esos cambios están en desarrollo en el ámbito nacional e internacional; solamente se trata de marchar en concordancia con ellos. Así, por ejemplo, el uso de combustibles fósiles está muriendo. Las energías solar, eólica y eléctrica empujan con vitalidad hacia la eliminación de tale combustibles; pero este proceso no se puede violentar. Poco a poco se anda lejos, dice el refrán popular. Hay que definir las estrategias adecuadas para ir avanzando en esta dirección. ¿Quién se opone? Lo grandes capitalistas que caminan lentamente en la retirada de esos anacrónicos procesos basados en las viejas formas de generar energía a partir del carbón, del gas y del petróleo. No obstante, no hay que enfrentarse con ellos; solamente hay que darle cabida y apoyar a los generadores de energía solar y eólica, por ejemplo. Hay que facilitarle su ingreso al mercado nacional.

Hay muchos otros procesos correspondientes a nuestra época, a nuestro momento histórico, que deben ser apoyados. Tal es el caso de la relación con la naturaleza. Esta es un recurso de una diversidad inigualable. Ella pone a nuestra disposición fibras y minerales de una variedad impresionante para diversidad de aplicaciones, e igualmente de plantas medicinales que pueden ser la base para el desarrollo de una gran industria farmacológica y/o alimentaria. Pero tales desarrollos exigen los cuidados necesarios para no agotar los recursos naturales, ni generar dañinas contaminaciones. Apoyar las investigaciones e industrias de la medicina y de bioquímica alternativas, e Investigar en este sentido los avances logrados por los pequeños laboratorio y por las comunidades indígenas y campesinas, apoyarlas, ilustrarlas, fortalecerlas es también una gran oportunidad de progreso para todos.

En fin, hay que hablar menos de independencia y liberación y, en cambio, trazar las estrategias adecuadas para lograrlas. Sin embargo, aun cuando hay mucho más que hablar y precisar sobre estos temas, creo que hay uno fundamental, básico para todo: la transformación humana. ¿Por qué? Todos lo sabemos: este es un país cuya población en su mayoría práctica la “ética de la papaya”; de arriba hacia abajo y, al contrario. Toda oportunidad, todo descuido se debe aprovechar para sacar ventajas personales sin importar las consecuencias sociales: incrementar el capital o hacerse de nuevos capitales en la primera oportunidad. Eso no es nuevo. Desde el llamado “Frente Nacional” (1956-1974) hasta hoy, la mayoría de los políticos solamente esperan la oportunidad de enriquecerse lícita o ilegalmente.  A eso se reduce fundamentalmente la política en Colombia: comprar votos, otorgar o recibir prebendas a cambio de “favores especiales”. En síntesis, volverse ricos rápido y fácilmente. Es como un camaleón que cambia su piel cada determinado tiempo, pero sigue siendo el mismo.

¿Qué hacer? Planificar y desarrollar con la gente procesos de instrucción, de transformación personal, creación de consciencia crítica, de análisis político, de desarrollo de estrategias efectivas para lograr objetivos concretos a corto, mediano y largo plazo. Evidentemente, se trata de transformar los partidos y las organizaciones comunitarias o de crear otras y otros nuevos con esta orientación. La pasividad y la complicidad no son buenas herramientas para salir del pantano; por el contrario, son formas de hacerlo más grande. Invito entonces a que comencemos ya.

Finalmente, esta sentencia de Karl Marx para meditar: la consciencia es el ser consciente y el ser de los hombres (léase de nuestra especie), es su proceso de vida real.

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