¿QUÉ QUEREMOS
DECIR CUANDO DECIMOS TODO ESTÁ MAL?
Alberto Conde
vera
Los
medios de comunicación, en mi opinión, carentes de un verdadero sentido crítico,
se han encargado de crear un clima de zozobra. Todo está mal -dicen-, pero ¿a
qué llaman todo? ¿Se incluyen ellos en ese todo? Sin duda hay que reconocer que las cosas no
van bien; y no van bien, porque para que vayan bien se necesita de un proyecto
de desarrollo, incluido el desarrollo humano, la humanización de la vida, ajustado
a nuestra realidad expuesto con la suficiente claridad para que fácilmente sea
apropiado por todos los ciudadanos colombianos y los extranjeros residentes en
él. No van bien las cosas, además, porque nuestros problemas no tienen
solamente una base económica; tienen también un alto contenido cultural e
idiosincrático. ¿Cuáles son nuestros verdaderos valores? ¿Qué motiva
fundamentalmente nuestras acciones en el campo de lo social? ¿Qué hacemos, por
ejemplo, para construir una sociedad más justa?
No van bien porque seguimos pensado que
nuestra relación con la naturaleza debe ser una relación de dominación y explotación
y, por tanto, que tenemos el derecho de enfrentarnos con ella para someterla,
para explotarla, sin tener en cuenta sus posibles reacciones y sin considerar
que parte fundamental del todo es precisamente esa naturaleza, de la cual somos
parte, así la tratemos como un objeto externo y ajeno a nosotros; como un
objeto inerte e insensible, pero sobre todo, como si esos recursos naturales
fuesen inagotables y meramente un medio, para conseguir divisas que, así mismo,
nos faciliten las importaciones de otros productos. ¿Podemos concebir una
estrategia diferente a esta para impulsar nuestro desarrollo humano e
industrial? Creo que este es uno de los propósitos del presidente Petro; pero
impulsado con estrategias equivocadas.
Vamos
mal, porque tampoco damos importancia a la historia, a nuestro origen, al
ordenamiento social centrista heredado por la monarquía española, que nos ha
llevado a desconocer saberes poderosos, útiles, escondidos en las culturas
ancestrales nuestras, que también forman parte de nuestro todo. Vamos mal
porque del mismo modo desconocemos e irrespetamos nuestra biodiversidad y por
lo mismo las diferencias sustanciales en los modos de evolución de los pueblos
que nos constituyen como nación. Vamos mal porque ser, en Colombia,
solamente tiene un significado para merecer respeto y audiencia: parecerse a
quienes dominan. Por eso cuando alguien responde groseramente frente a una
situación complicada suele decírsele indio. Por eso y por la ignorancia
respecto de las culturas aborígenes.
Vamos mal
porque el control absoluto de la economía por la clase de los más ricos, cuyo
origen hay que buscar en la época de las numerosas guerras acaecidas a lo largo
y ancho de nuestra historia como nación, ni siquiera tuvo la fuerza para
imponer criterios diferentes de desarrollo y siempre se efectuó y se efectúa
bajo la dirección y el control del capital internacional. Y que no se entienda
que estoy diciendo que toda relación con los mercados del mundo es
inconveniente. Para esclarecer este comentario diría que estas relaciones
comerciales internacionales deberían realizarse bajo el criterio del principio del
“gano-ganas”, según el modo de ver las negociaciones del asesor empresarial
norteamericano Stephen R. Covey; claro, esto si se toma en cuenta el hecho de
que toda relación comercial, por ser una relación de poder, afecta directamente
la estabilidad de cualquier país del tercer mundo, dado el hecho de la
globalización de las economías.
Ahora
bien, si me preguntaran si el gobierno de Gustavo Petro lo está haciendo bien,
diría que no, porque si queremos cambiar debemos actuar de manera diferente a
quienes se benefician con la actual situación Pienso que es muy arrogante y que
no ha logrado el balance necesario para ir en la dirección gano-ganas, en la
relación con los grandes inversionistas nacionales e internacionales así sea
cierto que ellos actúan movidos por el miedo de perder el control sobre la
economía nacional.
Los
cambios sociales no se pueden decretar; esos cambios están en desarrollo en el
ámbito nacional e internacional; solamente se trata de marchar en concordancia
con ellos. Así, por ejemplo, el uso de combustibles fósiles está muriendo. Las
energías solar, eólica y eléctrica empujan con vitalidad hacia la eliminación
de tale combustibles; pero este proceso no se puede violentar. Poco a poco se
anda lejos, dice el refrán popular. Hay que definir las estrategias adecuadas
para ir avanzando en esta dirección. ¿Quién se opone? Lo grandes capitalistas
que caminan lentamente en la retirada de esos anacrónicos procesos basados en
las viejas formas de generar energía a partir del carbón, del gas y del
petróleo. No obstante, no hay que enfrentarse con ellos; solamente hay que
darle cabida y apoyar a los generadores de energía solar y eólica, por ejemplo.
Hay que facilitarle su ingreso al mercado nacional.
Hay
muchos otros procesos correspondientes a nuestra época, a nuestro momento
histórico, que deben ser apoyados. Tal es el caso de la relación con la
naturaleza. Esta es un recurso de una diversidad inigualable. Ella pone a
nuestra disposición fibras y minerales de una variedad impresionante para
diversidad de aplicaciones, e igualmente de plantas medicinales que pueden ser
la base para el desarrollo de una gran industria farmacológica y/o alimentaria.
Pero tales desarrollos exigen los cuidados necesarios para no agotar los
recursos naturales, ni generar dañinas contaminaciones. Apoyar las
investigaciones e industrias de la medicina y de bioquímica alternativas, e Investigar
en este sentido los avances logrados por los pequeños laboratorio y por las
comunidades indígenas y campesinas, apoyarlas, ilustrarlas, fortalecerlas es
también una gran oportunidad de progreso para todos.
En fin,
hay que hablar menos de independencia y liberación y, en cambio, trazar las
estrategias adecuadas para lograrlas. Sin embargo, aun cuando hay mucho más que
hablar y precisar sobre estos temas, creo que hay uno fundamental, básico para
todo: la transformación humana. ¿Por qué? Todos lo sabemos: este es un país
cuya población en su mayoría práctica la “ética de la papaya”; de arriba hacia
abajo y, al contrario. Toda oportunidad, todo descuido se debe aprovechar para
sacar ventajas personales sin importar las consecuencias sociales: incrementar
el capital o hacerse de nuevos capitales en la primera oportunidad. Eso no es
nuevo. Desde el llamado “Frente Nacional” (1956-1974) hasta hoy, la mayoría de
los políticos solamente esperan la oportunidad de enriquecerse lícita o
ilegalmente. A eso se reduce
fundamentalmente la política en Colombia: comprar votos, otorgar o recibir
prebendas a cambio de “favores especiales”. En síntesis, volverse ricos rápido y
fácilmente. Es como un camaleón que cambia su piel cada determinado tiempo,
pero sigue siendo el mismo.
¿Qué
hacer? Planificar y desarrollar con la gente procesos de instrucción, de
transformación personal, creación de consciencia crítica, de análisis político,
de desarrollo de estrategias efectivas para lograr objetivos concretos a corto,
mediano y largo plazo. Evidentemente, se trata de transformar los partidos y
las organizaciones comunitarias o de crear otras y otros nuevos con esta
orientación. La pasividad y la complicidad no son buenas herramientas para
salir del pantano; por el contrario, son formas de hacerlo más grande. Invito
entonces a que comencemos ya.
Finalmente,
esta sentencia de Karl Marx para meditar: la consciencia es el ser consciente y
el ser de los hombres (léase de nuestra especie), es su proceso de vida
real.
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