CAMINANTE
NO HAY CAMINO….
Alberto Conde Vera
Al observar los resultados electorales de Concejo y
Alcaldía en Chía, vino a mí de repente el poema de Antonio Machado,
el gran poeta que inspiró a los luchadores por la libertad en España. ¿Por qué?
Tal vez, porque desde hace mucho tiempo, veo a los políticos colombianos de
todos los niveles y colores, (en especial a los de Chía), faltos de imaginación
e inspiración. Por eso siento la indignación que produce el desprecio por los
jóvenes y por el pensamiento futurista, entre quienes bajo el disfraz de líderes
o promotores, simplemente aprovechan la ignorancia de un pueblo resignado, que
se acostumbró a ver la política como la oportunidad de hacer negocios y a los
políticos como malabaristas de la
palabra, sin vergüenza.
Por ejemplo, vemos a los “dirigentes” de los pequeños centros urbanos de la
Sabana de Bogotá, eludiendo la posibilidad de la “Ciudad región”, pero llevando
la expansión urbanística de sus municipios, hasta los límites con sus vecinos,
incluida la ciudad capital de Colombia, pese a que esa es una manera de hacer
realidad ese proyecto que tanto les molesta. Pero es que la expansión urbana es
el gran negocio y es la exclusividad de este negocio lo que en realidad quieren preservar.
Como siempre, en las relaciones de poder, este es un problema de estrategias. ¿Es
conveniente, desde el punto de vista de las soluciones a los grandes problemas
de la región, la integración? Decir si, no significa aceptar todo lo que propone Bogotá,
sino trazar las estrategias más eficientes para lograr el respeto a las
regiones y para lograr también la forma de integración más conveniente para
todos. Esta de la “Ciudad Región” es una estrategia, como muchas otras, lanzada
por los políticos capitalinos, dentro de la relación de dominación que existe entre
Bogotá y los municipios de la Sabana. Ciertamente, mantener esta relación de
dominación es lo que desea la dirigencia de la ciudad capital; pero no es el
rechazo absoluto a esa idea de la integración, la posición más conveniente para los pequeños municipios.
La contrapropuesta debería ser una
relación en la cual se garantice que las partes estén en igualdad de
condiciones; es decir, una relación de poder que implicaría un trabajo
con los posibles aliados y no una posición localista.
“Caminante son tus huellas el camino y nada más”. ¿Son acaso las huellas
dejadas por anteriores gobernantes, el anuncio de nuevos puntos de llegada, de
un nuevo destino, de nuevas formas de convivencia y de nuevas relaciones con la
naturaleza, el medio ambiente y la región? Ciertamente no, puesto que no existe
un proyecto guía de desarrollo urbano que incluya vías adecuadas y parqueaderos
suficientes para atender el creciente flujo vehicular, -debido tanto al crecimiento
empresarial en la región, como al desplazamiento de ejecutivos y de personas de
los estratos 3 y 4 a las zonas residenciales de las pequeñas poblaciones que
rodean a la capital colombiana. Pese al crecimiento del empleo y las finanzas públicas
de los municipios, en lo local y en lo regional, sigue siendo la industria de
la construcción. la líder, en relación con el empleo. Tampoco genera esperanzas la resistencia a dejar
espacios para la construcción de parques para el descanso, la contemplación del
paisaje o simplemente para las conversaciones entre amigos y vecinos mientras
se recibe el calor del sol.
Todo el poema de Machado, nos
invita a caminar creando; a la innovación. Mas, vivir en comunidad es todo un
arte que debemos aprender; porque la comunidad no es solamente un conglomerado
de personas que se hacinan en un determinado territorio bajo los parámetros
trazados por la concepción militarista en unos casos, anarquista en otros, de la
urbanización en algunos inversionistas interesados solamente en su propio lucro,
con una visión miope, fragmentada y estática de la realidad local y nacional.
Y aquí he de anotar esa recortada
y mezquina visión del poder según la cual los ejercicios de poder dependen
exclusiva y fundamentalmente de los reglamentos, la ley, las sanciones y la
vigilancia. Entonces, el sentido de convivencia, la necesidad experimentada por
los más conscientes del apoyo mutuo, la colaboración espontánea y oportuna, la reeducación
en la realización de los procesos de convivencia y el análisis crítico con el
propósito de mejorar la inclusión y la colaboración, ¿Dónde quedan? ¿No son
todos estos elementos de una auténtica relación de poder? O, ¿tal vez se
prefiera su contraria, que es la relación de dominación?
Así las cosas, debemos preguntar
qué motivó a los electores para no sólo cerrar el círculo de los posibles
elegibles, sino para obstaculizar el paso a un buen grupo de jóvenes
intelectualmente preparados en las academias colombianas, con los conceptos más
avanzados en cuanto hace referencia a las relaciones de poder. ¿Será talvez la
idea de pertenecer al grupo de los ganadores la causa de este extraño comportamiento?
Absurdo modo de pensar este, puesto que el poder de decidir es propio de los electores mismos, no del capital o la
riqueza.
Si una persona decide morir
ahorcada, ¿será culpable de su muerte, el árbol del cual se colgó? Seguramente todo
aquel a quien se le haga esta pregunta responderá que no. Es lógico. ¿Cómo
puede ser el medio escogido para ejecutar las decisiones el responsable de ellas?
Las elecciones son un medio; deberíamos entonces pensar que somos nosotros, los
que botamos, los únicos responsables de lo que pase. ¿Cómo entonces cambiar, si
se apuesta igual que en las carreras de caballos al ganador?
La experiencia nos ha enseñado que
apostar al ganador es equivocado, cuando se trata de la política. Cuando se
elige se trata no del negocio, sino de proximidades en cuanto al sentido de
vida, la convivencia y la ética. La administración pública no está para
favorecer intereses particulares. tiene su finalidad que consiste en poner orden tanto en
el crecimiento económico, (incluidos los procesos de expansión de las áreas
urbanas), como de las demandas de la población en cuanto a vivienda, educación,
salud, servicios públicos, empleo y seguridad; pero todo esto sometido a un
plan integral de desarrollo que ayude a disminuir las profundas desigualdades des existentes.
Por todo eso es tan importante la participación comunitaria.
El elector común dice preferir la
experiencia a la juventud y basado en esta preferencia vota siempre por los
mismos, o por aquellos que son recomendados por quienes son los responsables de
la situación difícil que sufrimos en Chía. Parece que su guía fuese el
retrógrado refrán que dice, “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Hay
en esta posición un gran error: Si la experiencia ha sido mala, qué
aprendimos, de qué sirve tal experiencia. La experiencia es aprendizaje y
transformación; de no ser así no tendrá sentido experimentar, porque no existe
entonces la posibilidad de cambio personal y social.
La vida son procesos y aprendizajes que
se derivan de ellos. Si nada aprendemos en tales procesos, la misma vida pierde
todo sentido. ¿Cuál sería la forma de mejorar el aprendizaje político?
Participando activa, crítica y constantemente en los procesos políticos y
sociales. No existe otra forma. Pero debemos saber que los procesos políticos
no son solamente electorales. En toda relación humana se presentan ejercicios
de poder y estos son la esencia de la política, puesto que, en estos procesos
desarrollamos, si los analizamos bien, la habilidad de construir estrategias
para lograr nuestros objetivos y en esa medida aprendemos a ser políticos. El
poder existe donde quiera que existan sujetos relacionados que intentan
modificar o dirigir en un determinado sentido las acciones o el comportamiento
de otros. Por eso es tan importante participar, por ejemplo, en juntas
comunales, escolares, en los comités de servicios públicos, etcétera. Pero
participar implica proponer, hacer y recibir crítica fundamentada, orientadora y esclarecedora, en relación a los
procesos que se están dando.
Es verdad que no siempre la juventud es
garantía de pulcritud e innovación, porque los padrinazgos y la herencia
política familiar también influyen poderosamente en la formación política de
las juventudes. Sin embargo, también es cierto que la política se aprende o, en
las academias (hoy existen Facultades de Politología), o en los partidos y en
los grupos políticos cuando estos tienen escuelas de formación y cuando su
estructura organizativa es permanente y participativa, -no solo electoral-.
Desgraciadamente los partidos en la
actualidad, han perdido esas dos características fundamentales: formación y
participación para sus militancias+. Es más, no hay militancia. Hay solamente
electores y promotores electorales; incluso negociadores de votos. Ahora se trata
especialmente de clubes de negocios. Esos son los partidos hoy en día. Son instrumentos
para la apropiación y el direccionamiento de la inversión pública en favor de
ciertos grupos o personas y, en no pocos casos, para cubrir actuaciones indebidas
de algunos funcionarios.
“Se hace camino al andar y al volver
la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.” -Así nos
dice el poeta de los luchadores españoles-. La pregunta es: ¿estamos viendo “la
senda que nunca se ha de volver a pisar”? Y, por consiguiente, ¿Hemos trazado
una nueva senda que nos llevará a destinos diferentes y novedosos? Tal vez,
como he dicho en otros artículos, la facultad más importante de nuestra especie,
es la de aprender de forma constructiva de nuestra experiencia personal y
social. El desarrollo de un acertado sentido crítico, depende en mucho del
desarrollo de esa particular forma de aprender de nuestra experiencia. Pero
este aprendizaje no depende exclusivamente de nuestra experiencia práctica. El
conocimiento acumulado, -repito: cuando tenemos capacidad crítica-, adquirido
mediante el estudio y la investigación es también un fundamento esencial de
este aprendizaje. Por eso es tan importante el estudio motivado por un interés
temático, unos objetivos de vida y unas formas de relacionamiento interpersonal
y colectivo; es decir, una ética de la vida. Eso es parte muy importante de la
formación política y personal y es también lo que hemos olvidado bajo el
influjo del valor supremo de estas sociedades modernas: el dinero. Por eso
decía Silo, (fundador del Nuevo Humanismo), que los verdaderos valores que
guían esta sociedad son el dinero, el prestigio, el sexo y el poder. Si miramos
con un poco de detenimiento veremos que la creciente criminalidad en nuestro
país gira sobre el eje de estos valores, propios de una ética oportunista y
utilitarista, así como de la ambición y la cosificación del propio ser humano,
que vale por lo que tiene y no por lo que es y sabe.
Y creo que también para Michel Foucault,
(uno de los autores que más aprecio), la interrelación de dos de los valores
mencionados por Silo: el sexo y el poder, fue tan importante en sus
investigaciones que le permitieron afirma que el poder como cosa, como
posesión, no existe. El poder son relaciones, no tiene una ubicación
determinada porque el poder circula y es un ejercicio. El poder no se posee, se
ejerce por los sujetos tal como son y no como desearían ser. El poder circula
entre distintos actores, en cada relación en la cual participan. Así pues,
cuando decidimos, tenemos como base, por un lado, las relaciones en las cuales
estamos inmersos y, por otro, nuestra ética; es decir la forma como valoramos
las situaciones y los hechos, como nos acercamos a los otros, como nos
relacionamos con ellos. En un esfuerzo de respeto
y escucha activa, estamos en una relación de poder; más cuando estamos acostumbrados
a las relaciones de dominación, toda consideración hacia el otro o los otros es
imposible o al menos muy difícil.
Todo el poema de Machado es una
invitación a romper con lo viejo, a despertar la imaginación, a la creación, a
la búsqueda de nuevos horizontes y el llamado a un auto examen. Así nos lo dice
desde el comienzo: “Caminante son tus huellas el camino y nada más”. Es
lo que hemos hecho y cómo lo hicimos lo que cuenta al final. ¿Fuimos
participantes proactivos, responsables; visionarios, o simples y obedientes
gregarios? ¿Queremos seguir siendo eso, o deseamos convertirnos en inventores,
guías y orientadores activos del proceso de transformación social?; “son tus
huellas...” Es decir, cada uno marca, hace el camino, deja su huella, su
impronta, si así lo desea, y puede decidir si ese rumbo es correcto o debe
corregirse. Veamos; si viajamos en un autobús es porque deseamos ir a un sitio
determinado y sabemos que ese autobús nos llevará a ese sitio. Nuestro bus es
la sociedad a la cual pertenecemos y somos todos nosotros quienes decidimos su
rumbo y su destino; no el chofer. Pero uno no se sube al bus después de que
llegó al destino que deseaba. Eso sería absurdo. Define primero el punto de
llegada y se asegura de que llegue bien y sin desviarse. Igual sucede con la
sociedad; ese es el bus que abordamos desde el comienzo de nuestra vida. ¿Es el
mejor para nosotros? Tal vez no. Pero podemos cambiarlo. Eso es lo que tenemos
que conversar y acordar. Reunirnos para acordar el cambio, no para definir
quién tiene la razón. Todo cambio requiere un proceso y todo proceso requiere
etapas. Se desarrolla de lo simple a lo complejo y nunca en línea recta, sino
con avances y retrocesos, enredos y desenredos. Se requiere paciencia, visión
de futuro y una buena dosis de realismo para no seguir en la confusión. Como
escribió Marx: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino el
ser social lo que determina su consciencia.”